En el Japón feudal, existía la creencia de que las espadas (nihontō) debían ser elaboradas por artesanos respectivos, con pasión y con dedicación autenticas, o como hoy lo llamaríamos coloquialmente: "hacer las cosas con amor".
La forja del sable samurái o katana, debía ser llevada a cabo teniendo en todo momento esta clase especial de empeño; siendo casi como un estado especifico de conciencia (con un toque de espiritualidad) asumido por el maestro forjador, en virtud del cual el producto (el sable) terminaría estando conferido de un "alma", haciendo de esta una katana hecha y derecha; completa tanto en forma como en sustancia. Esta característica sobrenatural se consideraba absolutamente fundamental; por entero indesligable de una espada digna de un samurái. Sólo los mejores artesanos eran capaces de forjar los mejores sables; los mismos que, luego de mil años de contiendas, contra carne, metal y tiempo, aún se conservan funcionales, tanto en forma como en función.
No es de extrañar pues, que la katana sea ampliamente considerada en la actualidad como la mejor de todas las espadas hechas alguna vez por el hombre. Espadas con un alma: inaceptable que fuese de otra manera.
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Cuán sólidas y duraderas serían nuestras obras e impresiones si asumiésemos su creación con pasión y las llevásemos a cabo con dedicación autentica... Tan fuertes, poderosas y hermosas como las katanas serían.
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