Maracaibo, estado Zulia
Madrugada del 8 de abril de 2014
Actualmente, una parte sustancial de la población venezolana, la gente, por cuestiones de ideologías políticas, específicamente a causa de las naturales diferencias entre las de unas y otras personas, os enemistáis conocidos y extraños, amigos y familiares por igual. ¿Quién dirá alguna vez si os unía una amistad verdadera o en cambio el simple trato cortés de los andantes de buena voluntad? Ese es otro tema, muy interesante por demás, pero que no viene ahora al caso. El hecho es que con la ruptura de la relación, sea de la naturaleza que esta sea, cuando acaece bajo las circunstancias referidas, se desvanece también la cortesía, la voluntad de buen trato e incluso hasta las buenas intenciones. Cosa que resulta curiosamente indispensable para el mantenimiento de los buenos ánimos entre los conciudadanos, concurrentes al bienestar general de todo conjunto social.
Ahora, señalo yo, en tono denodadamente reprensivo: aquel ciudadano, compatriota además, que por pasiones como la mencionada se arrastrase a sí mismo al repudio social consciente y voluntario, dejando de lado los más básicos valores del buen trato, ese es y será un niño, un inmaduro, un ciertamente infantil individuo, que antepone los caprichos personales, siempre prepotencia de la propia intención, a la noble diligencia del trato amable —sea, de paso, justo—, y deja que estos tomen rienda de su comportamiento, llevándoles, de ceño fruncido y empecinados, por las narices, como al buey, en declive (de su espíritu) hacia la degradación de la civilidad.
Y no os culparé si sentencias como esta no escarmientan vuestro atosigado ser, porque ciertamente no puedo reprocharles una falta de entendimiento que al parecer escapa de vuestro tullido control. Pero eso sí: no esperéis demasiado que aquellos que comprenden y manejan con holgura cuanto criterio posibilita una relación lógicamente válida entre una cosa y otra dada tengan en estima, tan siquiera poca, vuestros paupérrimos juicios, porque en ellos, en tanto paupérrimos, subyacen argumentos desnutridos. Y si es dado el caso en el que nada de criterios comprendiesen, ya ante aquellos que simplemente acogen y reflejan prudencia en sus actos, y que bañan su lengua de ésta, deberéis guardar miramiento, pues ellos seguramente bien saben que nadie ha de ondear jamás el estandarte absoluto de la verdad.
Imagen: ©Quino |
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