revuelve viejas memorias hace mucho calmas.
¿De dónde lejano vaho que aloca el fuego en la brasa
de cenizas perennes de un amor pretérito?
No quiero voltear y que mis ojos la vean,
crepitando, acechando entre la algidez de un sueño infecundo,
(cual bestia tartárica puesta en endebles cadenas)
y que el puñal de su mirada drene el calor de mi pecho.
Siempre estará aquí; siempre una conmigo;
porque ella nunca se queda y nunca se va.
Es la ama y señora de lo prohibido y lo oculto
en los rincones en penumbra de extintos anhelos.
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