pertenecemos a la Montaña y a su Río.
Nuestra vida es una marcha cuesta arriba
por el sendero solitario de la sangre que nos llama
de vuelta a donde nuestros ancestros moran,
al útero lítico del cual fuimos arrancados.
Cuanto más lejos estamos de su fuente
más intenso se hace su eco entre el follaje.
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