Hoy mi cabeza se siente extraña.
Me he sentido así desde la madrugada;
no pudo el sueño tamizar ese sentimiento
que no había experiemtando antes.
No es dolor, ni angustia, ni estrés.
Se siente como una clase distinta de expectación.
No sé si sería el café cargado de ayer,
algo a lo que no estoy habituado.
Tratando de ignorarlo —y no pudiendo— recorrí
lentamente y sin motivo la corta casa que me alberga.
Llueve ligero:
las gotas tamborilean en el techo.
Me acerqué a la puerta y apartando un par de lamas de la persiana
Me acerqué a la puerta y apartando un par de lamas de la persiana
vi el agua caer desde la agrisada tez del día.
Allí me pregunté en silencio:
"¿Es acaso esta la última lluvia que veré?"